En la misma Tierra Firme del siglo XVII.
Rubén Darío Jaimes
            En días pasados dicté un curso de literatura caribeña en la Maestría en Literatura Latinoamericana y del Caribe de la Universidad de Los Andes (mi Alma Mater) en San Cristóbal, y tuve el grato encuentro con la novela histórica venezolana Entre saqueos y montoneras (2014) de la escritora tachirense Karin van Groningen. Una de mis estudiantes, Martha Medina, me facilitó la obra y fue la responsable de esta grata sorpresa.
            Me apasiona la novela histórica latinoamericana, esa escritura que se sumerge en el pasado para darnos metáforas de nosotros, al atreverse a hurgar en esos «terribles secretos de la casa» que a muchos no les gusta revivir. Disfruto cuando la voz narrativa se mueve como una conciencia histórica que se afana por mostrar las costuras del ayer para rasgarlas y poder mirar adentro. Mucho de eso encontramos en esta fascinante novela que, además, tiene la virtud de incursionar en una página poco frecuente en nuestra literatura: Tierra Firme, la tierra del siglo XVII que luego será Venezuela, un lugar y un tiempo desconocido porque obcecadamente hemos centrado nuestra mirada durante más de doscientos años en el hiperbolizado siglo XIX. Puede que, al atrevernos a mirar más atrás, encontremos respuestas más coherentes para comprender el presente que estamos viviendo. Posiblemente nos hemos quedado con la denominación “Tierra de Gracia”, acuñada por el mismo Almirante de la Mar Océana, don Cristóbal Colón, porque nos hemos refugiado en una imagen idealizada de aquella época, cuando en la práctica nos llamábamos “Tierra Firme”, con las contradicciones entre el ideal y la realización. Cabe acotar además que Caracas se nombra en estas páginas como Ciudad de Tierra Firme, lo que resulta ciertamente sintomático de una identidad en fermento apenas.
            En la lectura nos asaltan descubrimientos como el que, en una conversación telefónica, le comenté a la autora. En el siglo XXI los margariteños se refieren así al país. “Voy a viajar a Tierra Firme” es una forma absolutamente coloquial para decir que se va de la isla de Margarita a Caracas, Puerto La Cruz o  Cumaná. Redescubrí que habíamos olvidado aquel nombre que nos identificó durante siglos. Pensemos por un momento que en la novela se habla desde el comienzo del proyecto de dos jóvenes canarios que parten de Cádiz a probar fortuna en Tierra Firme, como apoderados de un mercader genovés. Estos personajes viven en el contexto de un orden colonial, en la tierra de los «Grandes Cacaos», y tienen que sobreponerse a las arbitrariedades de una sociedad esquizoide en una época de caos institucional. Se ven obligados a bregar con la supremacía de la ley del más fuerte, de las montoneras, alentada en gran medida por la contradictoria política de conferimientos de títulos y cargos por parte de la Corona para mantener a la gente dividida, por no mencionar otros ingredientes de la realidad política, como la corrupción endémica y la violencia.
Un aspecto caribeño que atraviesa toda la obra es la problematicidad racial, que en estas páginas dinamiza las acciones: el amor entre Juan José (el mayor de los jóvenes canarios) y María del Rosario (una joven esclava de origen guanche) es el motor de la historia que nos devela los profundos contrastes de aquel siglo XVII. El mercado de esclavos negros y blancos, tanto legal como ilegal, el contrabando y los saqueos forman parte de los engranajes que desconciertan por su vigencia en nuestra cotidianidad. En la dinámica comercial de la trata de esclavos y del contrabando intervienen franceses, holandeses, ingleses y portugueses en componenda con criollos y peninsulares. También puede mencionarse la acertada representación de los movimientos migratorios complejos y contradictorios: moros y barbarios, que eran razas de tráfico prohibido como esclavos con destino a América, pero que formaban parte importantísima de los contingentes contrabandeados. El caso de los guanches es una licencia literaria de la autora que, en el contexto de aquella sociedad, resulta absolutamente verosímil.
            Hay quienes afirman que en Venezuela carecemos de una escritura caribeña. Soy de quienes opinan lo contrario, sobre todo cuando encontramos novelas como esta, son inseparables de la caribeñidad que las impregna. En Entre saqueos y montoneras podemos corroborar que nuestra configuración étnica y cultural se ha forjado al ritmo de la dinámica de un mar que nos marca profundamente. La lengua siempre registra esas señales de los pueblos y su devenir por la historia. También puede observarse, desde sus primeras páginas, la idea del Caribe como un primer ámbito de realización de lo que hoy se define como la globalización. En ese proceso de mundialización y transculturación, el espacio caribeño es precursor, como puede apreciarse en los episodios de migración, contrabando, esclavitud y mestizaje étnico y cultural.
En Entre saqueos y montoneras encontramos una escritura interesante, cuya narración es libre, estructurada en párrafos y parrafadas, donde se integran coherentemente todas las formas de expresión a partir de un narrador omnisciente que, por momentos, incluso llega a realizar prospecciones en el tiempo, como la que hace a propósito de una bola de caucho, con la cual el narrador prefigura la futura importancia de la explotación que tal recurso adquirirá en el país. Dicha estructuración narrativa cabalga entre las formas originales de la escritura de la Colonia y la novelística más contemporánea. El desarrollo de los diálogos, por poner un caso, nos recuerda por momentos a José Saramago, porque se suceden perfectamente integrados en los párrafos, sin que requieran mayores señales en el texto para identificar los turnos del habla.
            No importa cuánto hay de verdad o de invención en la construcción de aquel desconocido siglo XVII venezolano. La narradora sin duda alguna abrevó amplia y arduamente en la investigación documental rigurosa, no obstante, la cautivó más bien la imaginación como manera de brindarnos un viaje en el tiempo a través de un laberinto de espejos. La bella edición resulta además una franca invitación a disfrutar de una obra original en nuestra literatura más reciente.
Caracas, 10 de noviembre de 2017
Palabras claves: literatura caribeña, Venezuela, novela histórica, siglo XVII, Tierra Firme, saqueos, montoneras, Karin van Groningen.

Comentarios

  1. Ciertamente, Karin van Groningen, en esta muy recomendable novela, estructura su narración en la investigación histórica, con cuyos momentos heurístico y hermenéutico la autora se encuentra, enlazándolos con la ficción. A la acertada reseña habría que añadir la amplia descripción del aparato comercial marítimo del siglo XVII a través de la vastedad del océano Atlántico con la presencia de las flotas de diferentes países europeos, regido por complejos y corruptos procesos administrativos.

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  2. Excelente, Combinar la historia con la imaginación y dar luces de nuestra sociedad en esos tiempos y que pareciera que la repetimos una y otra vez

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  3. Excelente, Combinar la historia con la imaginación y dar luces de nuestra sociedad en esos tiempos y que pareciera que la repetimos una y otra vez

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